Cuando Animal Crackers salió al aire en 1997, rebautizada como Animalitos Locos por estos pagos, era un show raro: franco-canadiense, pero con alma de comedia gringa. Lo produjeron CINAR (los de Arthur) y Alphanim en París, y se notaba: tenía la precisión técnica de los canadienses y la estética colorida de los franceses. Un cóctel animado que funcionaba.
La serie se basaba en la historieta de Roger Bollen, y no era cualquier copia: cada episodio se dividía en dos historias de 13 minutos, así que había que meter humor, ritmo y cierre en tiempo récord. En total, 39 episodios, o sea 78 segmentos, todo dibujado a mano, con color digital y un timing que no daba respiro.
El equipo técnico estaba lleno de gente que después laburó en proyectos grandes. Nombres como Louis Piché, Pascal Pinon y Nadja Cozic dirigían animación y arte, cuidando cada trazo y exageración facial. En los estudios de Montreal se animaba cuadro por cuadro, mientras en París se definían paletas y fondos. Era animación clásica, pero con el toque moderno de los noventa: líneas limpias, colores planos y efectos digitales recién salidos del horno.
La música de Jeff Fisher le ponía onda: sintetizadores suaves, percusiones livianas y riffs juguetones, justo lo que una jungla animada necesitaba. Y el ritmo del montaje, lleno de cortes y microgags, hacía que cada episodio se sintiera como un videoclip animal.
Y aunque no rompió récords, quedó guardada en la memoria de los que crecieron con ella. Una de esas series que, cuando la recordás, sentís el olor del desayuno, la tele prendida y la risa de fondo.
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