Cuando La familia Robinson se estrenó en 1981, pocos imaginaron que un naufragio animado iba a marcar a tantos chicos en el mundo. La historia, inspirada en la novela El Robinson suizo, fue llevada a la pantalla por Nippon Animation dentro del proyecto World Masterpiece Theater. Pero ojo, esta versión se animó a cambiar algo grande: agregó a Flone, una protagonista femenina fuerte y curiosa que no existía en el libro original. Sí, el tipo hizo que la historia fuera más cercana, más humana y más moderna.
La trama seguía a la familia Robinson —Ernest, Anna y la joven Flone— tratando de sobrevivir en una isla desierta tras una tormenta. Sin villanos exagerados ni tecnología, la serie apostaba al ingenio, la unión familiar y la convivencia con la naturaleza. Su dibujo detallado y sus paisajes transmitían calma y aventura a la vez, un equilibrio que se perdió en muchos dibujos posteriores.
Con el paso del tiempo, surgieron mitos curiosos: que la isla representaba una metáfora del aislamiento moderno, o que existían finales alternativos donde la familia nunca era rescatada. Nada confirmado, pero parte del encanto está en eso: creer que la historia escondía más de lo que mostraba.
Hoy, La familia Robinson sigue viva en la nostalgia. Reposiciones en canales retro, DVDs, y fans que la recomiendan como una joya tranquila y sincera de los años ‘80. Una serie sin efectos, sin gritos, pero con corazón. Una lección sobre cómo perderlo todo… puede ser el inicio de una nueva aventura.
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